¡Hola! Hoy voy a contar cómo fue la confesión más dura de mi vida, salir del armario. Llega un día en la vida de un hombre en la que se da cuenta de que sus gustos son diferentes a los de la gente que le rodea y por temor a la marginación no se atreve a contarlo y se lo calla durante mucho tiempo. Sí, a mí me pasó. Soy del Celta en La Coruña.
![]() | |
Deportivista cantando: "Esta afición nunca se rinde | " |
Antes de realizar tan magna confesión haces todo lo posible para ser “normal”, pero cada intento acaba con un efecto rebote y te vuelve más celtista. Durante los partidos del Depor te pones su camiseta y entre las rayas azul y blancas y lo gordo que estaba, era calcado a Obélix… y eso para un pre-metrosexual no mola, donde esté el celeste que resalta tu moreno que se quite el resto. También, en los derbis, para que no me relacionasen con los enemigos me pintaba la cara como si fuera un guerrillero de “Braveheart”, pero nada, entre el sudor de los nervios y las lágrimas escondidas por cada gol, la pintura se acaba corriendo dando lugar a un celeste delatador, pero como buen luchador de “Braveheart” lo disimulé haciéndole un calvo al más odiado, el árbitro. Que analogía más peculiar sobre el resultado del partido, nos dejaron con el culo al aire.
Por las noches dedicaba mi tiempo a alimentar mi pasión escondida. Me escondía a oscuras debajo de las sábanas con una linterna y estudiaba los cánticos del Celta, mientras mi hermano dormía en la cama de al lado. Con los sonidos y movimientos extraños, él llegó a pensar otras. Así se le llegó a escuchar una vez: “¡Cada día empiezan antes con las pajas!”. Volviendo al tema de los cánticos filosofé sobre un dilema histórico: ¿Por qué nos llama portugueses si nuestros cánticos tienen más cosas en común con los musulmanes? Acaso no os dais cuenta que decimos: “Alah Celta, Alah Celta…”
A la hora de realizar esa dura confesión escoges muy bien a las primeras personas a las que se lo vas a contar. Éstas siempre tienen que ser las más transigentes. Y yo puedo decir que di en el clavo con mi familia, sólo me llevaron al psicólogo y me metieron en “El Proyecto Hombre”, mientras que mi padre llevó a analizar una muestra de semen para saber si había sufrido alguna mutación por los gases cancerígenos, a la par que olorientos, de la Ría del Burgo.
Las siguientes personas a las que se lo cuentas son tus colegas de toda la vida. Con ellos tienes que tener un tacto especial a la hora de contárselo. Para ello, me lo monté bien y escogí un sitio tranquilo para que la bomba fuese menos traumática, un botellón. Así en un coruño nervioso dije lo siguiente:”Hey, chorvos tengo un movidón que soplaros: si le doy de hostias al pureta de Jesulín y al pibe de Marilyn Manson, ¿estaría repartiendo a diestro y siniestro? Si Ken no se afeita le sale Barbie. Sigo pillado por la chorva ésta, ¿cómo se llamaba? María. Soy del Celta (lo más rápido posible). En la pregunta eres tonto o comes mierda, ¿Por qué se compara a los ingleses con ser tonto?...”. De esta forma quedé aliviado al contárselo porque, aunque fuera de una forma poco valiente, no podían echar nada a la cara cuando animaba al Celta. Pero nada, la palabra Celta para un deportivista es como adolescente y Berlusconi, algo crece en ellos con sólo escucharla.
A partir de ahí comenzó un infierno. Me intenté refugiar en minorías desfavorecidas como los colchoneros o los madridistas, pero no era lo mismo. Por lo tanto, volví con mis amigos de toda la vida e hice como una buena protagonista de un anuncio de hemorroides, a sufrir en silencio. En las tertulias futbolísticas de los lunes en los pasillos del instituto me sentía como Zapatero en cualquier programa de Intereconomía, dijese lo que dijese todos los puteos tenían una única dirección. Sólo coincidíamos en una cosa, en que Lotina era MALO (ellos lo afirmaban porque era el precursor del ataque a lo “Robinson Crusoe”, dejando un delantero joven y desvalido luchando contra la defensa sin ningún compañero en varias millas a la redonda y yo lo decía porque sus iniciales coinciden con ese adjetivo, Miguel Ángel Lotina Oruechebarría).
Aunque lo más anecdótico venía a la puerta de los locales. Allí mostraba y volvía a mostrar infinitamente el DNI. No para hacer lo evidente de demostrar que tenía la edad suficiente, sino para demostrar que no era portugués, ¡qué había nacido aquí! Pero como quien oye llover…
Sabéis lo que os digo… Que al fin y al cabo, salir del armario fue lo mejor que hice y que me siento la persona más “normal” del mundo.
ese paintor celtarra! te sigo YA :D
ResponderEliminar