¿Quién
es el urbanita que no vivió un verano en la aldea? En el periodo
estival se concentran diferentes vivencias que te convierten en el
protagonista de una variada filmoteca.
La
Guerra de las Galaxias:
En
el momento que acabó el duelo del siglo se me acercó con un paso
seguro, poso su palma sobre mi hombro, me miró fijamente a los ojos
y me dijo lentamente: “Tú, me cago en tu padre”. Con tanto
acongoje de la rata se me había olvidado tirar de la cadena.
APocalypse
Now:
Las
noches veraniegas en el pueblo son muy molestas. El olor a pies
combinado con el olor a animal de granja hacen que se cree una propia
atmósfera con la que no se puede dormir. Este ambiente es
aprovechado por las moscas (insecto de color negro y con predilección
por la sangre, en el argot medioambiental se conoce como un insecto
gótico) para sobrevolar cual cazas-bombarderos sobre tu cabeza. En
ese momento tú te encuentras distorsionando la realidad porque el
olor a pies del yayo te marea, el zumbido del aleteo de las moscas
comienza a sonar como el motor de helicópteros sobrevolando Vietnam,
perdón, la habitación. De fondo, ´El Larguero´ se convertía en
`This is the end´ de The
Doors. Ya
estaba todo servido para una noche infernal.
Al
día siguiente, extasiado de tanto sufrimiento, el sargento del
ejército me encomendó una misión secreta, buscar a la pata
descarriada del ejército por el cual Vietnam era ingobernable, el
yayo, para echarnos vinagre sobre las picaduras. En la misión
perdimos muchos hombres, en concreto todo el mundo, porque nadie era
capaz de respirar semejante pestazo.
300
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Vacas oficiales del 15-M |
El que tiene una aldea con explotación vacuna sabe que hay dos momentos clave del día, el ordeño de amanecer y el ordeño de última hora. Para ellos, el yayo nos llamaba cual imán llamando a la oración. Los 3 nietos formábamos delante de la cuadra y él decía: “Nietos, ¿cuál es vuestro cometido”. Nosotros como palurdos contestábamos acompasadamente “ordeñar, ordeñar, ordeñar”, pero a primera hora queríamos decir “sobar, sobar, sobar”. A las 7 de la mañana 4 valientes, por no llamarnos matados, entrábamos en la cuadra para dejar secas a las vacas mediante el “suave y delicado apretamiento del pezón”. Con cada una que acabábamos nos parecía que quedaba menos, ¡vaya falacia!, era al revés, aparecían más y más al fondo, llegando a tener la sensación de que a algunas les daba `gustirrinín´ y repetían. Así, tras una hora, el ejército matado consiguió su cometido día tras día.
Fiebre
del sábado noche
En
tu estancia en el `paradisíaco´ retiro rural hay una fecha que
tienes marcada en rojo, el día de la verbena. Es el día elegido
para tu rencuentro con la humanidad.
La
tarde-noche de esa fecha te vistes con las mejores galas con las que
cuentas, una camiseta de Disney y unos pantalones cortos en coma
irreversible que heredaste de tu hermano. Tu yaya se encarga de tu
peinado y maquillaje facial con la técnica infalible del salivazo
¿tienes una mancha en la cara? Pues la yaya se restriega la punta de
un paño por la lengua y te la quita, ¿quieres gomina? Pues no
problem, salivazo al peine y tu pelo se queda más intacto que el del
conde Lecquio.
Cuando
llegas a la verbena, te adentras entre la muchedumbre en busca de
gente de tu edad con la que entablar una conversación ¡Te sientes
Dios con tu look! De fondo el “Grupo Girasol” interpretaba la
música que lo petaba en ese momento en el pueblo, Pimpinela. Llegas
a primera línea de palco y ¡por fin!, aparece la juventud. En ese
momento sabes que cualquier movimiento de simulación de baile te
serviría para encandilar a las `mozicas´ de la aldea. Así, bailas
Pimpinela con movimientos espasmódicos de cadera y agitando el brazo
derecho en busca de la creación de un tornado propio. Las chicas ya
se han fijado en ti, eres el centro de sus miradas, de ver cómo
bailabas a dar una vuelta en el carro del Barreiros
del yayo no quedaba ni un paso.
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