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sábado, 28 de enero de 2012

Cine de (barrio) aldea


¿Quién es el urbanita que no vivió un verano en la aldea? En el periodo estival se concentran diferentes vivencias que te convierten en el protagonista de una variada filmoteca.

La Guerra de las Galaxias:

En la vida rural el ser humano convive en amor y compañía con los animales. En principio los animales son domésticos (vacas, cerdos, gallinas, perros, gatos, ovejas, osos panda…), pero hay momentos en los que se cuela un pequeño animalillo del señor que dan un poco de grima, las ratas. Una rata es un ser pequeño, peludo, que come mierda, con un bigote de siete días, que se arrastra por el suelo y que aparece en los momentos más inesperados. Y tú pensarás, ¿para qué nos describe al yonky de la esquina? Pues no, a diferencia del yonky a las ratas aún no les dedicaron un “Callejeros”. Retomando el tema, estaba yo haciendo caca (“hasta que no eres un niño mayor no puedes utilizar el verbo cagar” – Decálogo de niños ex-convictos de “Supernanny”) cuando una rata apareció en el cuarto de baño. Temeroso de una más que probable violación decidí gritar auxilio a la única persona que me podía salvar en aquel momento, pero como Batman estaba ocupado en alcohólicos anónimos me tuve que conformar con la ayuda del yayo. Él acudió raudo y veloz, tardó 5 minutos, echaban `Gran Prix´ en la tele y eso para un jubilado es sagrado. Cuando llegó vio como estaba temblando de miedo en una esquina mientras la rata ganaba terreno en un baño de 5 metros cuadrados. Antes de que ganase la guerra, el yayo sacó su arma secreta para acabar con aquel minúsculo animal, la escoba láser. En un palo verde fluorescente enlazado al bigote de Aznar había encomendado mi suerte. El yayo, con movimientos de yedai de nivel 5, estaba achicando al animal, pero aún le quedaba el toque final de los hombres de esta edad. Sin más dilación cogió su `arma´ como el rey Arturo cuando quitó la espada cuando quitó la espada y dijo las palabras mágicas “Pasa pa´ai”.
En el momento que acabó el duelo del siglo se me acercó con un paso seguro, poso su palma sobre mi hombro, me miró fijamente a los ojos y me dijo lentamente: “Tú, me cago en tu padre”. Con tanto acongoje de la rata se me había olvidado tirar de la cadena.

APocalypse Now:

Las noches veraniegas en el pueblo son muy molestas. El olor a pies combinado con el olor a animal de granja hacen que se cree una propia atmósfera con la que no se puede dormir. Este ambiente es aprovechado por las moscas (insecto de color negro y con predilección por la sangre, en el argot medioambiental se conoce como un insecto gótico) para sobrevolar cual cazas-bombarderos sobre tu cabeza. En ese momento tú te encuentras distorsionando la realidad porque el olor a pies del yayo te marea, el zumbido del aleteo de las moscas comienza a sonar como el motor de helicópteros sobrevolando Vietnam, perdón, la habitación. De fondo, ´El Larguero´ se convertía en `This is the end´ de The Doors. Ya estaba todo servido para una noche infernal.
Al día siguiente, extasiado de tanto sufrimiento, el sargento del ejército me encomendó una misión secreta, buscar a la pata descarriada del ejército por el cual Vietnam era ingobernable, el yayo, para echarnos vinagre sobre las picaduras. En la misión perdimos muchos hombres, en concreto todo el mundo, porque nadie era capaz de respirar semejante pestazo.

300

Vacas oficiales del 15-M
El que tiene una aldea con explotación vacuna sabe que hay dos momentos clave del día, el ordeño de amanecer y el ordeño de última hora. Para ellos, el yayo nos llamaba cual imán llamando a la oración. Los 3 nietos formábamos delante de la cuadra y él decía: “Nietos, ¿cuál es vuestro cometido”. Nosotros como palurdos contestábamos acompasadamente “ordeñar, ordeñar, ordeñar”, pero a primera hora queríamos decir “sobar, sobar, sobar”. A las 7 de la mañana 4 valientes, por no llamarnos matados, entrábamos en la cuadra para dejar secas a las vacas mediante el “suave y delicado apretamiento del pezón”. Con cada una que acabábamos nos parecía que quedaba menos, ¡vaya falacia!, era al revés, aparecían más y más al fondo, llegando a tener la sensación de que a algunas les daba `gustirrinín´ y repetían. Así, tras una hora, el ejército matado consiguió su cometido día tras día.


Fiebre del sábado noche

En tu estancia en el `paradisíaco´ retiro rural hay una fecha que tienes marcada en rojo, el día de la verbena. Es el día elegido para tu rencuentro con la humanidad.
La tarde-noche de esa fecha te vistes con las mejores galas con las que cuentas, una camiseta de Disney y unos pantalones cortos en coma irreversible que heredaste de tu hermano. Tu yaya se encarga de tu peinado y maquillaje facial con la técnica infalible del salivazo ¿tienes una mancha en la cara? Pues la yaya se restriega la punta de un paño por la lengua y te la quita, ¿quieres gomina? Pues no problem, salivazo al peine y tu pelo se queda más intacto que el del conde Lecquio.
Cuando llegas a la verbena, te adentras entre la muchedumbre en busca de gente de tu edad con la que entablar una conversación ¡Te sientes Dios con tu look! De fondo el “Grupo Girasol” interpretaba la música que lo petaba en ese momento en el pueblo, Pimpinela. Llegas a primera línea de palco y ¡por fin!, aparece la juventud. En ese momento sabes que cualquier movimiento de simulación de baile te serviría para encandilar a las `mozicas´ de la aldea. Así, bailas Pimpinela con movimientos espasmódicos de cadera y agitando el brazo derecho en busca de la creación de un tornado propio. Las chicas ya se han fijado en ti, eres el centro de sus miradas, de ver cómo bailabas a dar una vuelta en el carro del Barreiros del yayo no quedaba ni un paso.





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